La escritora chilena Isabel Allende, nacida en Perú en 1942 durante una estancia por trabajo de sus padres en el país, está considerada en nuestros días como la autora viva en lengua española más leída del mundo.
Su trayectoria literaria comenzó con la publicación de cuentos infantiles, si bien fue su primera novela, La casa de los espíritus, publicada en 1982, la que la llevó a alcanzar la fama internacional. En la actualidad, el nombre de Allende va ligado a La casa de los espíritus, hasta el punto de que es lectura obligatoria en 2º de Bachillerato para preparar la Selectividad.
El caso que aquí nos ocupa, La Ciudad de las Bestias, es un ejemplo de cómo las obras de Allende pueden ser perfectas para trabajar en los institutos. Su estilo, sencillo pero lleno de recursos estilísticos que embellecen el texto, proporciona textos de calidad. Sus historias, relacionadas con temas como el amor, la amistad, la superación, etc., son capaces de crear un nexo entre los personajes y los adolescentes que las lean, de forma que podamos servirnos de ellas para crear lectores literarios.
La aventura comienza cuando los dos adolescentes se adentran en la selva amazónica y descubren todo lo que ella esconde. El realismo mágico que caracteriza el estilo de Isabel Allende aflora en este momento, al igual que lo hacen las bellas descripciones de la naturaleza.
Yo leí esta obra cuando estaba en 4º de la E.S .O. y es para el nivel que la recomendaría, aunque también podría funcionar muy bien en 1º de Bachillerato. El hecho de ser una novela de aventuras facilita mucho el ritmo de la lectura: no hay grandes descripciones y la acción y los diálogos prevalecen a lo largo de la obra.
Como ya he dicho antes, los temas que trata Isabel Allende son muy cercanos a los adolescentes de estas edades: el amor, el miedo a las enfermedades, la amistad, el deseo de vivir aventuras, etc., es algo que la mayoría de los jóvenes sienten o han sentido.
Quiero resaltar, sin embargo, el episodio que considero más importante del libro. No había vuelto a leer el libro desde que lo hiciera con 16 años, sin embargo, el momento al que quiero referirme no me ha abandonado desde entonces. Hablo del capítulo 12, cuando, estando junto a la tribu indígena, Alex pasa una serie de pruebas para llegar a convertirse en un hombre. La última de estas pruebas consiste en introducir el brazo en un tubo de paja lleno de hormigas de fuego y ser capaz de resistir el dolor:
Era imposible ignorar a las hormigas de fuego, pero después de unos cuantos minutos de absoluta desesperación, en los cuales estuvo [Alex] a punto de echar a correr para lanzarse al río, se dio cuenta de que era posible controlar el impulso de huida, atajar el alarido en el pecho, abrirse al sufrimiento son oponerle resistencia, permitiendo que lo penetrara por completo hasta la última fibra de su ser y de su conciencia. Y entonces el quemante dolor lo traspasó como una espada, le salió por la espalda y, milagrosamente, pudo soportarlo.
En un momento en el que las emociones están tan alteradas como es en la adolescencia, creo que esta parte del libro ofrece una enseñanza imprescindible para la vida: no recrearnos en el dolor, dejarlo pasar, que nos traspase, y seguir adelante. Por ello creo que sería una buena opción comentar esta parte de la obra una vez que nuestros alumnos la hayan leído, como actividad de post-lectura, y así comentar las impresiones de aquellos que habían reparado en esta enseñanza y obligar a los que no lo hubieran hecho a pensar en ello un momento.
Además de esto, leer esta obra supondría un primer contacto de los alumnos con el realismo mágico que estudiarán en 2º de Bachillerato, así como con la autora, a la que también tendrán que estudiar en profundidad. Es, en resumen, una forma de ampliar su intertexto lector acercando la literatura hispanoamericana lentamente.
Paula García Ortiz
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