Disponible
en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=JMhUujrN4iU
El universo de Banyai se erige en Zoom sin poder dejar indiferente
al interpretador, no digo lector para no crear confusión a quien quiera y se
atreva a adentrarse en la mente paranoide del ilustrador húngaro. El argumento,
aunque pueda parecer sencillo, está estructurado en una compleja amalgama de
situaciones que se contextualizan bajo un marco cada vez más amplio.
De un modo, sin lugar a
dudas, fílmico, Banyai nos presenta en la primera página de su obra un cuerpo
semi-estrellado, que resulta ser nada más y nada menos que la cresta de un
gallo, y que el espectador no es capaz de interpretar hasta que pasa a la siguiente
ilustración, de manera que el hilo de la historia se encuentra supeditado
precisamente a eso: a dejarse llevar en un zoom inverso que permite la
observación discrecional de lo que está ocurriendo y a manejar diversos
universos superpuestos (a modo de muñeca rusa) para discernir la realidad de la
ficción.
Por otro lado, es interesante al menos mencionar la situación geográfica
de la acción. Y la decimocuarta ilustración nos da la primera pista: la
revista, dentro de la cual se encuentra la mujer que compone la maqueta donde
se encuentran los niños que observan al gallo, es sostenida por un hombre que
viaja en un crucero de la empresa California Cruise Line. Sin embargo, y a
pesar de esta primera referencia, al mismo tiempo caemos en la cuenta de que se
trata de un cartel publicitario y, en fin, de otra situación ficcional. Pero
los saltos geográficos argumentales no acaban ahí, sino que nos conducen, a
través de un sello postal, hasta una carta remitida desde Arizona a algún lugar
de las Islas Salomón donde se encuentra Mr. Taumata Tafia, jefe tribal.
El servicio de correo aéreo es la vía a través de la cual llega la carta,
pero también engarza con las secuencias subsiguientes que aporta Banyai con sus
ilustraciones. El espectador se aleja progresivamente del planeta Tierra hasta
que solo se observa un punto en la lejanía, dando la sensación de que quizá la
obra no haya terminado, pues bien sabemos que podría tratarse, por ejemplo, de
una diminuta mancha blanca en una camiseta oscura.
La relatividad del conjunto
opera en el interpretador en tanto que muestra la insignificancia de nuestra
existencia, de modo similar a la majestuosa escena final del mediocre filme Men
in Black del director estadounidense Barry Sonnenfeld donde, en un claro
intertexto con la obra de Banyai, una cámara recoge otro zoom inverso
partiendo de la tierra hasta englobar todo el universo en una minúscula canica
que, junto a otras muchas, son empleadas por un ser monstruoso para su propio
entretenimiento.
Entiendo, a raíz de la
infinidad de interpretaciones que surgen de la visualización de la obra, que su
aplicación didáctica en el aula es, a su vez, casi inagotable para cualquier
nivel. Desde primaria hasta la secundaria e, incluso, en el bachillerato.
Podemos pedirles a nuestros alumnos más jóvenes que compongan por grupos
una historia similar en formato escrito o que contextualicen el final de la
obra en un nivel todavía superior. Para cursos más avanzados, podemos encargar
actividades de reflexión o de interrelación de esta técnica visual con su
adaptación al género escrito en la literatura española o universal. También
sería muy interesante trabajar otro de los álbumes ilustrados de Banyai,
titulado El otro lado (2005), cuya complejidad interpretativa impide su
aplicación didáctica en los niveles inferiores de la etapa de la educación
obligatoria, pero que no deja de reflexionar sobre la alteridad y la ambigüedad
que supone la observación de una situación desde diferentes puntos de vista.
Porque el germen de la obra de Banyai se sitúa justamente en esa coordenada: el
ir más allá de la unanimidad.
Guillermo J. Penadés Rubio
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