lunes, 12 de enero de 2015

La composición, de Antonio Skármeta con ilustraciones de Alfonso Ruano



Pese a los inexistentes “había una vez”, “fueron felices” o “colorín colorado”, el cuento de Skármeta promete embaucar a pequeños y grandes con su silenciosa historia dentro de una Historia muchas veces silenciada. La composición llega en 1998 recomendado para un público de 8 años en adelante y narra un fragmento de la vida de Pedro, un niño chileno que vive con sus padres bajo un régimen dictatorial.

A primera vista, el contenido del cuento podría no parecer apto para niños ya que estamos acostumbrados a acallar temas delicados cuando se trata de hablar a los más pequeños. No obstante y sin querer darnos cuenta, esto produce en ellos el efecto contrario, pues su imaginario se llena de conceptos ambiguos, de ideas obscuras pero, sobre todo, de conocimientos equivocados.

Esa es, precisamente, la sensación que transmite el personaje protagonista de esta historia, ya que en primera persona nos narra desde una perspectiva, más impresionista que expresionista, su propia percepción de la realidad. No es de extrañar que para Pedro el mundo que le rodea sea desconocido puesto que es tan solo un crío. Pero, poco a poco, notamos cómo ese niño se muestra confuso a la hora de abordar temas de los que forma parte, aunque de manera pasiva. Sus padres le han protegido de cada uno de los elementos desagradables y le han ocultado información compleja por la misma razón: por no ser más que un crío.
De la mano de la inocencia infantil, Skármeta nos ofrece la oportunidad de dar a conocer a nuestros alumnos una situación tan complicada como la que se vive bajo una dictadura. Sin necesidad de contar con elementos violentos ni con sentimentalismos estereotipados, La composición consigue introducir de manera natural conceptos como la democracia o el proceso militar, además de valores como la importancia de la comunicación entre padres e hijos o la sinceridad entre amigos.

A pesar de su estética infantil, este cuento será capaz de conmover a cualquiera, sea cual sea su edad. Por ello, es cien por cien recomendable a todos aquellos niños grandes que estén dispuestos a adentrarse en la sencillez de sus diálogos, a disfrutar de la candidez de sus ilustraciones y a apreciar todos y cada uno de los matices que se esconden bajo sus breves e inocentes frases.


Rebeca Castañer Berenguer

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