lunes, 12 de enero de 2015

¡Te pille, Caperucita!, de Carles Cano

LOBO.- «Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.»
CERDO.- No, no podemos.
LOBO.- ¿Por qué?
CERDO.- Porque esta historia es vanguardista, y no podemos ser tan antiguos.


Si hay algo que todos conocemos son las versiones infantiles de los cuentos populares que forman parte del imaginario social de la mayoría de la población occidental. Sin embargo, esta tradición literaria que cuenta con numerosas adaptaciones para el público infantil, muchas veces es rechazada por el mismo. El éxito de esta obra de teatro quizás se deba a que Carles Cano vuelve a invitar a estos personajes cotidianos a la acción, ya no para que la repitan sino para que la vivan pero en condiciones y situaciones actuales. Quizás aquí estaría la clave de su innovación, estos personajes al cambiar de género literario también cambian, de alguna forma, de vida.

Carles Cano (Valencia, 1957) es autor de Literatura Infantil y Juvenil y licenciado en Filología Catalana, ha trabajado como profesor de lengua y literatura durante más de veinte años y ha participado en numerosos festivales como cuentacuentos. La obra teatral ¡Te pillé, Caperucita! se publicó por la editorial Bruño en 1995 y en 2014 se publicó su 20º edición, por otro lado, ha sido reconocida con varios premios nacionales: Lazarillo 1994, Lista de Honor de la CCEI 1996, Samaruc 1996, y el internacional Mirlo Blanco de la International Jugent Bibliothek de Munich 1996.


Se puede decir que la complejidad de la obra de Carles Cano es diversa al igual que variados son los géneros que trabaja: poesía, teatro, narrativa, sin embargo, todos tienen como características comunes la experimentación y la imaginación desbordante. La presente obra además puede caracterizarse de atrevida y moderna porque hace muchas referencias a los tiempos que corren desde una perspectiva cómica y, en momentos, satírica.
¡Te pillé, Caperucita! tiene una estructura tradicional, presenta unidad de lugar, tiempo y tema: todo transcurre en el bosque durante la noche, cuando el guardia va arrestando uno tras otro a los personajes de cuentos: Caperucita, el lobo, el gato con botas y uno de los tres cerditos. La comedia presenta un prólogo y un epílogo con características propias de los cuentos que vendrían a favorecer la estructura circular de la obra. La acción se divide en cinco escenas entre la transición de las cuales se insertan cuatro “anuncios” a modo de entremeses. Con gran sentido del humor estos anuncios contribuyen al juego intertextual con la inclusión de otros personajes de cuentos como Blancanieves y el Príncipe que venden un detergente para la ropa, Frankenstein que anuncia su clínica de cirugía estética, Cenicienta que vende su producto de limpieza multiusos y Drácula que es un cobrador de morosos. La intertextualidad no acaba allí sino que los personajes mencionados hacen alusiones a la descabellante situación de otros personajes de cuentos, de esta forma, el hilo conductor del humor y el ingenio son constantes hasta el final de la obra.
Se ve así que la vida de los personajes de cuentos tiene elementos comunes a la vida del lector/público, comparten leyes, publicidades, situaciones, etc., por lo que resulta muy cercana y amena. Otro elemento que involucra al lector/público es la apelación constante que recibe de los personajes. Esta obra es idónea para trabajarse en los talleres de animación lectora con alumnos de 1º de la ESO, contiene todos los ingredientes para trabajar la competencia lecto-literaria porque los jóvenes disfrutarán con la literatura y pondrán en juego fácilmente los saberes propios. Además con esta comedia se favorece el desarrollo del intertexto del lector/público. Asimismo, se puede trabajar la interpretación y la oralidad al representarla entera o por escenas. También se puede trabajar la creatividad en la expresión de las opiniones personales si se sigue el ejemplo del autor en la actualización de cuentos o personajes ya existentes.
En conclusión, la lectura de ¡Te pillé, Caperucita! puede enfocarse didácticamente como un hecho pragmático, es decir, puede plantearse la lectura o su representación como un acto de intercambio comunicativo. Así pues, es una obra ideal para el desarrollo de la competencia lecto-literaria porque supondrá que nuestros alumnos al leerla integren habilidades pragmáticas-comunicativas con conocimientos enciclopédicos, lingüísticos, metaliterarios e intertextuales.


Laura Rodríguez Álvarez

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